¿Las mujeres construían castillos en la Edad Media? Las 7 cosas que podían hacer las princesas medievales

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Los cuentos de hadas muestran que las princesas pasaban años confinadas en torres esperando que caballeros en brillantes armaduras llegaran a rescatarlas o como peones decorativos que los reyes intercambian. Pero, la historiadora Kelcey Wilson-Lee –basada en la vida de las cinco hijas de Eduardo I de Inglaterra – pinta un cuadro diferente sobre las vidas de las princesas medievales. Aquí todos los detalles.

¿Era posible comandar un castillo?

Christine de Pisan, autora del siglo XIV, escribió que una princesa medieval debe «saber cómo usar las armas… para estar lista para comandar a sus hombres si surge la necesidad». Esta sentencia fue afirmada por la hija menor de Eduardo I, Leonor.

En 1293, la joven se casó con Enrique III – conde de la pequeña provincia de Bar – y, cuatro años después, la responsabilidad de asegurar el condado recayó en ella.

La captura de su esposo por fuerzas francesas hostiles y su traslado como prisionero a París, llevó a Leonor a reunir lo que quedaba del ejército de Enrique para defender su hogar: el castillo de Bar.

A su vez, la princesa fue astuta y logró salvaguardar con éxito la herencia de sus hijos: gracias a su padre y a otros aliados recaudó dinero para el rescate de su esposo.

¿Casarse por amor?

La segunda hija de Eduardo I, Juana de Acre, se casó por primera vez con Gilbert de Clare, un hombre divorciado de 46 años que era un magnate problemático dentro del reino de su padre.

Para suerte de la joven, cinco años después, su esposo murió y se convirtió en una viuda atractiva con fertilidad comprobada – era madre de cuatro – y en posesión de una de las propiedades más valiosas de Inglaterra.

Aunque podía elegir a cualquiera, Juana se enamoró de un joven sin tierra del séquito de Gilbert: Ralph de Monthermer.

Decidida a no separarse de su amante, se casó en secreto sin contar con el permiso del Rey. Su padre la perdonó y mantuvo sus propiedades, ingresos y al hombre que amaba.

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¿Podían construir castillos?

‘Landscape with a Castle’ de Andreas Leonhard Roller

La tercera hija de Eduardo, Margarita, se unió a la corte de su esposo, Jan, en Bruselas a finales de 1290. Dado que su pareja tenía affaires muy públicos por los que transitaban sus amantes, la joven necesitaba un tribunal alternativo.

Por ello, aunque la construcción de castillos se asocia con la conquista, decidió construir su propia casa ducal en el antiguo pabellón de caza en Tervuren, en Bélgica. Gracias a los conocimientos adquiridos con su padre por el programa de construcción, Margarita creó un palacio con una posición envidiable.

¿Jugar a las apuestas?

La mayoría de los aristócratas medievales jugaban juegos de suerte, como los dados, o juegos de habilidad, como el ajedrez.

En este contexto, las princesas medievales no se veían excluidas. María de Woodstock, como muchos otros, tuvo problemas para pagar sus grandes deudas en las apuestas. Pero los recursos de la corona la salvaron: la princesa tuvo el apoyo de su padre para cubrir de forma continua sus pérdidas.

¿Desafiar al Rey?

Juana de Acre nunca le tuvo miedo a su padre y estuvo acostumbrada a siempre desafiar al Rey. En su juventud, exigió una casa más grande y con más criados porque era la hermana desprestigiada.

De adulta, se casó en contra de los deseos de su padre y rara vez le regresaba el dinero de las grandes deudas que él debía saldar. Así, durante toda su vida realizó actos rebeldes de los que salía ilesa: el Rey estaba acostumbrado del comportamiento obstinado de la princesa.

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¿Hacer viajes constantes?

Por lo general el monarca, su familia y grandes sequitos viajaban de un lado a otro en convoyes a caballo y en carruajes, y las paradas eran de una sola noche o dos antes de continuar.

Los propósitos de los viajes eran controlar las propiedades y mostrar a su majestad a los súbditos de todo el país. Pero, princesas medievales como Isabel – la última de las hijas de Eduardo – viajaban de forma independiente con los miembros de sus propios hogares.

¿Posibilidad de leer y escribir?

En la Edad Media, la alfabetización en Inglaterra se daba a través de la fluidez en la lectura y la escritura del latín – que solo un grupo de sacerdotes, monjas y algunos hombres y mujeres podían obtener.

A las hijas del rey Eduardo I las enseñó a leer su madre: Leonor de Castilla. Las jóvenes sabían suficiente latín para recitar oraciones importantes y estaban familiarizadas con obras devocionales anglo-normandas.

Por su parte, la escritura era una de las capacidades más desafiantes, pero las princesas medievales podían practicar esta habilidad. Leonor, una de las hijas del Rey, practicó la escritura durante su adolescencia.

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