¡Por siempre Reina! Los mejores recuerdos de la coronación de la reina Isabel II

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El 2 de junio de 1953 la reina Isabel II fue coronada. Un momento histórico que marcaría el rumbo de Inglaterra y la vida de una mujer, ahora es recordado con melancolía. Aquí los mejores recuerdos de la coronación.

Moviendo a las masas

8 mil invitados esperaban la llegada de la reina Isabel a la Abadía de Westminster. En este espacio se marcó el inicio de la ceremonia religiosa que concluiría en su coronación.

Con un vestido de seda blanco bordado con los emblemas de los países de la Mancomunidad, junto al Manto del Estado – hecho de terciopelo – de más de cinco metros de largo, llegó Isabel con siete damas de honor.

«Por la gracia de Dios mantendré mis promesas y las cumpliré», aseguró ese 2 de junio de 1953. Y así lo hizo hasta su muerte.

Una corona a la altura

Desde Westminster, la reina Isabel llegó Buckingham Palace con una sonrisa dibujada en el rostro. En ese momento, la soberana recién coronada portaba la corona imperial y el orbe.

Con esta esfera de oro hueca decorada con gemas en su ecuador y su meridiano, Isabel le demostraba al mundo su papel como defensora de la fe.

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Llegada a la pantalla chica

Su coronación se convirtió en el evento de la historia de la televisión. Este tipo de eventos nunca se grabó, pero la llegada de Isabel lo cambió todo. Aunque Wiston Churchill pensaba que no era correcto, la Reina consideró apropiado grabar la ceremonia.

A pesar de que menos de un tercio de la población británica tenía televisor en 1952, la demanda para ver la coronación aumentó e incrementó la venta de televisores.

Así, el día del evento, se reunieron multitudes en cines y teatros para ver las 11 horas de cobertura en vivo. En el Reino Unido el público alcanzó los 20 millones, aproximadamente el 40% de la población.

La muestra de su amor

Una vez colocado el manto de la coronación y la corona Imperial, la Reina posa junto a su esposo el duque de Edimburgo.

En aquel entonces los consortes de las reinas coronadas no tenían un papel activo en la ceremonia. Sin embargo, Felipe fue el primero quien, tras el arzobispo de Canterbury, en prestó homenaje a la nueva reina.

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