“Araya era como ir a la luna”, la historia del film más icónico de Margot Benacerraf

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Un paraíso desolado, no muestra fantasía ni surrealismo, sino una cruda realidad que había sido completamente ignorada hasta entonces. Trabajando bajo el sol inclemente en un universo de sal, los residentes de Araya vivían sumergidos en lo que parecía el set de una película distópica. Margot Benacerraf quiso retratarlo y así tenemos el film más importante de su historia.

Araya, una obra de arte

Para filmar Araya solo habían dos personas: Margot y su camarógrafo.

“El arte no está hecho para ser bello, sino para hacerte sentir algo”, dijo una vez el escritor estadounidense Rainbow Rowell. La película de Margot Benacerraf, además de mostrar una realidad casi distópica, te hace conectar con la nostalgia, el dolor y el sufrimiento de una forma poética y sublime.

El lugar era tan terrible, y a la vez, tan auténtico. Era una metáfora de Latinoamérica”, explica su directora. “Lo que más me atrajo de Araya no fue su austeridad, ni su belleza inclemente, sino la dignidad de sus habitantes. Espero que ese amor que tengo por ellos brille en el film. Araya era como ir a la luna. Ahí, en el medio de esa desolación, ese lugar prohibido, lograban hacer que esos elementos que hacían que su existencia fuera tan difícil, en las razones de su supervivencia”.

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¿Cuál era su visión para el film? “Trabajé como una escritora o poeta, alegóricamente, interviniendo alegóricamente desde el principio, la realidad que yo deseaba grabar”, Margot Benacerraf tiene experiencia con las letras puesto que antes de ser cineasta, estudió letras y filosofía.

La particularidad del paisaje fue lo que la hizo enamorarse del proyecto. “Todo parecía como si hubiera estado congelado en el tiempo, pero al mismo tiempo, todo estaba violentamente, irremediablemente transformado”.

¿Por qué decidió filmar ‘Araya’?

Para poder grabar las escenas de planos completos, Margot y su camarógrafo se montaron en una grúa que tenían los obreros.

Lo más increíble de la película, es que retrata una realidad que se mantuvo vigente por medio siglo y que de un momento a otro, dejó de existir. Como una señal del destino Margot logró conocer Araya antes de que el industrialismo se apoderara de la tradición y gracias a ella, tenemos el registro vivo.

“En seis meses, la operación de la sal iba a ser tomada por máquinas. Me di cuenta que esa transformación inminente ofrecía una única oportunidad de filmar los desplazamientos abruptos de tradiciones milenarias, por un impulso modernizador que no tiene condescendencia con el pasado”, confesó en una entrevista hecha en el 92.

Su idea con el film fue inmortalizar una realidad que iba a ser destruida, pero desde un punto de vista poético, rudo y conmovedor:

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“¿Cómo éste cambio podría impactar a las familias que tenían más de 500 años trabajando en esos espacios? Decidí que quería contar la historia, pero no como un documental, en el sentido contemporáneo de la palabra. Quería utilizar un modo más poético, una narrativa formada por una idea organizada en lugar de la espontaneidad. Un documental ficticio, si quieres llamarlo”, explicó la cineasta.

Una de las cosas que quería lograr, era mostrar el sacramento de la rutina que aunque era tortuosa, se había transformado en su motivación de vida.  

“Elegí un cuadro de 24 horas porque siempre he creído que esta unidad de tiempo, tiene un sentido de repetición y me pareció esencial enfatizar que los gestos heredados son mensajes interrumpidos que han estado por 500 años. Ves un día que potencialmente se repite a sí mismo por toda una vida, infinitamente, hasta que las máquinas llegan inesperadamente y todo se transforma. Todo se desaparece en un flash”, confiesa Benacerraf.

¿Por qué Araya es tan importante?

Durante la filmación de Araya, apareció Marcos Pérez Jiménez, quien estaba celebrando una boda en las adyacencias.

“Araya” es un film que ha sido profundamente alabado. Es admirado por los fanáticos del cine y además, es una película única en su estilo en la historia del cine venezolano.

Fue admitido en el Festival de Cannes en donde los más grandes expertos del cine, honraron el uso de la cámara, la excentricidad de la historia y el sentimiento general del film. Se ganó dos premios: el de la Comisión Superior Técnica (que estudia la calidad cinematográfica) y Premio de la Crítica Internacional (FIPRESCI), que es uno de los más prestigiosos e importantes.

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Hacer la película fue todo un desafío, solo hubo dos personas en la filmación: Giussepe Nisoli (el camarógrafo) y Margot. “Caminábamos juntos en la sal, que era terrible porque rompía nuestras piernas y la sal nos quemaba las heridas…Hacerla fue tan heroico como fortuito. La pasión, pienso yo, es lo que hace que las cosas sean posibles”.

Hoy, tenemos un film que retrata la historia de un mundo que dejó de existir, pero que vivirá por siempre en los negativos de la cinta. ¡Gracias Margot!

Todas las declaraciones del artículo, las hizo Margot para una entrevista en 1992. Haz clic aquí para leerla completa.

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