¿Vivimos en las «Olimpíadas del Apocalipsis»? La poderosa carta de Ellie Goulding sobre ecología

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Cada vez son más las celebridades que se unen en pro de la sostenibilidad de nuestro planeta. Ellie Goulding, participó en una dinámica de Vogue en la que debía escribir una carta contando su experiencia como ecologista y el resultado es conmovedor y sobre todo: muy esperanzador. Aquí te dejamos la carta

Ellie Goulding y la ONU

Su anuncio oficial como embajadora de la ONU lo hicieron con esta foto de ella alimentando a una jirafa.

Desde el comienzo de su carrera, Ellie Goulding ha demostrado que la filantropía forma parte de sus pilares fundamentales. En el 2017, se unió como embajadora oficial de la ONU para el cuidado del medio ambiente, especialmente en la lucha contra la polución, porque desde pequeña sufre de asma:

He luchado con el asma toda mi vida, así que sé lo horrible que se siente no poder respirar adecuadamente. Millones de personas en todo el mundo están en esta posición: viven en ciudades con aire contaminado por automóviles y fábricas o en entornos rurales donde 3.000 millones de personas cocinan y calientan sus hogares, utilizando fuegos abiertos sin la ventilación adecuada”, explicó cuando se estrenó como embajadora.

Además, su misión es ser una buena influencia para sus fanáticos: “Me ha importado el medio ambiente desde que puedo recordarlo (…) Espero inspirar y comprometer a mis fanáticos más jóvenes a que amen al planeta tanto como yo”, confesó.

¡Leamos a Ellie Goulding!

Ellie Goulding desde el 2017 ha trabajado incansablemente por levantar su voz en pro del medio ambiente.

En una colaboración reciente que hizo con Vogue, hizo una conmovedora carta sobre lo que para ella significa trabajar en pro del medio ambiente y cómo le gustaría a ella que el mundo actuara en estos momentos tan críticos. Aquí tienes lo que dijo:

Hola, soy Ellie y cuando pienso en el futuro, tengo esperanza. A menudo me invade el terror, la preocupación, la ansiedad, la rabia, la valentía, la ira, la fascinación, el amor y toda una mezcolanza de emociones porque nosotros, los seres humanos, somos complejos, así son las cosas. Pero también es algo que agradezco. Las compositoras somos mercenarias emocionales. Te robamos la cartera sentimental, llena de emociones y rupturas, y las convertimos en canciones. Si no fuéramos una especie compleja, no tendríamos nada sobre lo que escribir. Así que muchísimas gracias por esa complejidad.

También les quiero dar las gracias por no perder la esperanza. Creo que conservar la esperanza es algo que llevamos en el ADN, igual que nuestro amor por la naturaleza es algo que llevamos de serie, aunque a veces tengamos que escarbar un poco en nuestro interior para encontrarlo. Soy una enamorada de la naturaleza. Me crie en la zona rural de Herefordshire, en la frontera entre Inglaterra y Gales, paseando por los campos, sabiendo dónde está cada seto, cada flor silvestre, siempre al aire libre.

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También nos encanta oír historias, es parte de nuestra naturaleza. Para mí, el cambio climático es el relato más grande y con más capacidad de tener impacto sobre nosotros. Estamos en una situación descontrolada: somos la primera generación que habita esta tierra que es consciente del daño que le está haciendo al planeta y también sabemos lo que hay que hacer para detenerlo. Además, también somos quienes más la hemos dañado en menos tiempo. Mentalmente, es para pararse a digerirlo.

Tal vez por eso el debate sobre las acciones que hay que emprender nos pueda parecer las Olimpiadas del Apocalipsis. Cuando empecé a informarme más sobre el cambio climático, tuve que tragarme muchísimas presentaciones repletas de pesimismo. Háganme caso, cuando el punto álgido de una presentación es cuando aparecen los osos polares, que se están muriendo, y las placas de hielo fundiéndose, ya sabes que será una noche muy larga.

Hacía tiempo que sentía muchas ganas de hablar sobre la emergencia medioambiental, pero quería hacerlo desde un punto de vista esperanzador en lugar de con el habitual tono apocalíptico. Y entonces apareció mi oportunidad. Hace cinco años, recibí una carta con membrete en relieve de la asamblea de Naciones Unidas de Nueva York, ese magnífico edificio monolítico con 193 banderas que representan a todos los países unidos. Me pidieron que asumiera el cargo de embajadora global para el programa medioambiental de la ONU; me iba a presentar el ya difunto Kofi Annan, exsecretario General de la ONU y un gran hombre.

Como se pueden imaginar, estaba muerta de miedo y con el síndrome de la impostora por las nubes. ¿Cómo iba yo a decirle a la cúpula de poder del mundo lo que tenía que hacer sobre las emisiones perjudiciales para el cambio climático? No recuerdo la cantidad de veces que practiqué el discurso, pero, por suerte, al final tuve una revelación. No sé cómo, pero me di cuenta de que la conexión que tenía con la naturaleza me legitimaba. ¿Tenía derecho a alzar la voz para defender este hermoso planeta? Por supuesto, y tú también.

Ahora estoy mucho más cómoda con mi papel. Siempre he sido reacia a hablar en público, así que tampoco les diré que me ha resultado fácil, pero lo cierto es que es emocionante seguir la estela de heroínas como la doctora Jane Goodall (quien se dedicó al cuidado de primates) en una plataforma como esta y expresar el amor que compartimos por el mundo natural. Cada interacción, aunque sea virtual, como hemos visto durante el confinamiento en la Conferencia sobre los Océanos  de la ONU o en la reunión del lobby Climate Coalition, es un regalo increíble.

Me da acceso a personas con esperanza y planes. A veces, la escala de los problemas medioambientales parece tan abrumadora que es fácil que nos abrume. Pensemos en el plástico, por ejemplo: entre ocho y doce millones de toneladas de plástico acaban en el mar cada año.

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 Pero, a través de la ONU, he podido visitar el refugio de tortugas de la bahía de Watamu (África) y he conocido a personas voluntarias que curan a estos animales eliminando de sus organismos el plástico que han ingerido. Ayudé a devolver al mar a un ejemplar. En lugar de sentirme abrumada, vi la valentía, la determinación y el compromiso de aquellos activistas de Watamu.

Ellie Goulding confesó que lo más la impulsa, es su niñez porque la pasó en los campos de Inglaterra.

Está claro que salvar a las tortugas una a una no solventará la crisis de los plásticos. Hay que atajar el problema de raíz y ponerle fin al imperio de los plásticos de un solo uso, que acaban en la naturaleza, sin planes para su procesamiento.

Lo siguiente que quiero hacer es convertir mi esperanza en acciones concretas. Para el lanzamiento de mi disco, Brightest Blue, pasamos mucho tiempo reflexionando en cómo hacer mercadeo con un bajo impacto ecológico; por ejemplo, hemos eliminado el plástico allí donde ha sido posible (la gran victoria ha sido que desaparezca el plástico del empaquetado tradicional. ¡Sí, es emocionante, al menos para el equipo!), utilizar plástico reciclado para productos como las cintas de casete. Allá donde se puede intervenir, intervenimos.

Desde que empecé a hacer campaña pública por el clima y la naturaleza, ha habido una revolución, abanderada por Greta Thunberg y el movimiento Fridays for Future. Mi esperanza emana de la fuerza de ese movimiento y del rumbo que está tomando el mundo, por ejemplo, presionando a los Gobiernos a materializar la transición de las energías fósiles a las ecológicas.

Para mí, la mejor manera de contribuir a la causa es seguir siendo el altavoz de historias llenas de esperanza y de cómo queremos que sea nuestro futuro.

Michelle Obama lo expresó a la perfección, como nos tiene acostumbradas: “La historia la forjan las personas que se presentan el día de la batalla”. Los datos sobre la naturaleza y la crisis climática son apabullantes, pero han de serlo para que nos sirvan de impulso.

 La mejor manera de hacer frente a este desafío es dar con formas de vivir mejor conjuntamente en un planeta dañado. En mi experiencia, te sientes mucho mejor cuando te presentas el día de la batalla y aportas tu granito de arena que cuando te quedas en casa de brazos cruzados. No es que vayas a ganar una medalla en las Olimpiadas del Apocalipsis, pero actuar con la esperanza por bandera siempre es una estrategia ganadora.

Así que ¡A trabajar todos juntos por el planeta! Si quieres leer la carta original, haz clic aquí.

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