El matrimonio más largo de toda la historia de la monarquía británica llegó a su fin como lo manda la Iglesia: “Hasta que la muerte los separe”. Una relación que nació del amor verdadero, se convirtió en el centro de poder de la corona. Aquí haremos un recorrido por la historia de amor entre la reina Isabel II y el príncipe Felipe.
Crecieron en mundos diferentes
La primera vez que se vieron, Isabel tenía solo 8 años, Felipe tenía 13. Ambos pertenecían a familias reales diferentes. La pequeña “Lilibet” como le dicen por cariño, pasaba sus días en los palacios de Reino Unido, preparándose para sus futuras labores como monarca, mientras que Felipe debía batallar con un millón de dramas familiares.
¿Cómo fue la infancia de Felipe? Mientras que Isabel disfrutaba de una familia estable, tutores personalizados y un palacio para su disfrute, Felipe luchaba con una infancia muy accidentada. Su padre abandonó a su familia para vivir con su amante en Montecarlo. Su madre, padecía de esquizofrenia y fue internada en un hospital mental. Sus hermanas eran la única fuente de estabilidad que tenía.
Sus vidas eran muy diferentes. Aunque ambos tenían descendencia real, Felipe tuvo unos comienzos mucho más rudos. Juntos se cruzaron formalmente en mayo de 1937 en la coronación del padre de Elizabeth el rey George VI. Esa coronación fue el punto de partida de lo que sería su vida.
Isabel se enfrentó por primera vez a la posibilidad de convertirse en reina y esta vez, Felipe estaba lidiando con un terrible accidente aéreo en donde murió su hermana.
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Isabel se enamoró primero
En las monarquías la mayoría de los matrimonios son arreglados (o al menos, así lo era para la época). Encontrar el match perfecto garantizaría la sostenibilidad de la corona, así que cualquier candidato que se le acercara a la futura reina debía ser muy bien estudiado. Para 1939, Isabel tenía 13 años y fue a visitar la universidad en la que estudiaba Felipe.
La Royal Naval College in Dartmouth, es conocida por su excelencia académica y su preparación física a los alumnos. Felipe tenía 18 años y fue el encargado de hacerle el tour a Isabel. Ella quedó encantada con él. Era un joven apuesto, elegante e inteligente. Desde ese momento comenzaron a enviarse correspondencia.
Para Felipe, el amor no floreció tan rápidamente. En los inicios (es importante recordar que ella tenía 13 y el 18), le parecía únicamente un intercambio amistoso, pero todo comenzó a desarrollarse aún más en medio de la Segunda Guerra Mundial.
Ambos lucharon por Inglaterra y se mantuvieron en contacto constante por correspondencia. Eso validó su conexión y entendieron que se enfrentaban a un amor de verdad:
“Después de haber sido separados por la guerra y haber visto la victoria, después de haber tenido la oportunidad de descansar y reajustarme, haberme enamorado completamente y sin reversa, hace que todos los problemas personales y los del mundo, parezcan pequeños y mezquinos”, escribió Felipe en una carta. Era irremediable: ambos estaban enamorados.
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Felipe tuvo que convencer al rey
El pasado trágico de Felipe y su falta de independencia económica limitaban su buena imagen ante la corona. El rey George VI no estaba convencido de que él fuera el perfect match para su amada “Lilibet”, aunque ella estaba encantada con su presencia. Incluso, tenía su foto en la mesa de noche de su habitación.
Además de sus tragedias familiares, Felipe tenía en su herencia raíces de la familia real danesa y griega. Para poder establecer una relación formar con Isabel, debió renunciar a todo (Esto fue una condición del rey) y naturalizarse como británico tomando el apellido de sus abuelos maternos: Mountbatten. Así lo hizo.
Su trabajo en la Segunda Guerra Mundial, lo hizo merecedor de un reconocimiento por excelente servicio. Esto subió su nivel ante los ojos de la corona. Para 1946, el rey George VI entendió que Felipe estaba dispuesto a hacer todo por Isabel, así que aceptó que se convirtiera en su esposa.
Le propuso matrimonio en Escocia, con un anillo confeccionado a partir de los diamantes de una tiara que era de su madre. Cuando Isabel cumplió 21, el mundo entero se enteró de que la princesa se casaría por amor.
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Una boda que hizo historia
Se casaron el 20 de noviembre de 1947 en una ceremonia con más de 2000 invitados. En ese momento, Felipe se convirtió en el Duque de Edinburth. Todo parecía ir bien entre ellos, aunque tenían caracteres muy diferentes (Isabel es muy diplomática y Felipe era más bien fiestero), lograron manejar sus diferencias.
Con solo 4 años de matrimonio, la salud del rey George VI comenzó a deteriorarse rápidamente y juntos debieron asumir algunas responsabilidades reales que le respondían al monarca. Cuando cumplieron 5 años de casados, el rey murió y su vida se transformó por completo: Isabel ya no era una princesa, sino la mismísima reina de Inglaterra y Felipe, su consorte.
Todo el proceso de la coronación y las nuevas responsabilidades de su esposa, llenaron a Felipe de dudas. No se sentía cómodo con su nuevo título y tenía muchos inconvenientes con sus labores reales porque no se sentía importante. Para aligerar los problemas, la reina lo nombró príncipe consorte.
Las primeras décadas de su matrimonio estuvieron llenas de escándalos y problemas. Rumores fe infidelidades por parte de Felipe iban y venían sin parar. El príncipe se metió en más de un escándalo que Isabel logró manejar con gracia y diplomacia.
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Todo sea por la corona
Pese a todos los inconvenientes que surgieron en su matrimonio, juntos lograron tener la unión más larga de toda la historia de la monarquía británica y se mantuvieron intactos para lograr la sostenibilidad de la corona.
La reina Isabel II y el príncipe Felipe estuvieron juntos por 73 años, criaron 4 hijos, 8 tientos y nueve bis nietos (con el décimo y el onceavo que están en camino). «Él ha sido, sencillamente, mi fortaleza y mi permanencia todos estos años, y yo, y toda su familia, y este y muchos otros países, le debemos una deuda mayor de la que jamás reclamaría«, dijo en una oportunidad la reina.
Hoy, lamentamos profundamente su fallecimiento y lo recordaremos siempre como “la roca” de la reina Isabel. ¡Paz a sus restos!