Dirigida por el reconocido Pedro Almodóvar y protagonizada por Antonio Banderas llega a la gran pantalla el film Dolor y Gloria, una historia que narra una serie de reencuentros de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso.
Dolor y Gloria, presentada en el pasado Festival de Cannes y en el cual Antonio Banderas salió victorioso como mejor actor, cuenta algunas anécdotas de Salvador Mallo, en gran parte físicos, otros recordados como: su infancia en los años 60, en el que emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia en busca de prosperidad; así como su primer amor de adulto ya en el Madrid de los años 80.
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De tal forma, este film habla de la creación, de la dificultad de separarla de la propia vida y de las pasiones que le dan sentido y esperanza. Recuperándose de los estragos del pasado, Salvador encuentra la necesidad de narrarlo y, en dicho menester, encuentra su refugio y su salvación.
Es importante acotar que, Salvador Mallo es un veterano director de cine abollado por las múltiples dolencias, siendo el peor de sus males la incapacidad para seguir rodando, debido a que su estado físico no se lo permite por lo que la forma de la vida, para él, pierde sentido. Además, la mezcla de medicamentos junto a una eventual experiencia con la heroína, provocan que el director pase la mayor parte del día postrado. Por ende, ese estado de inmovilidad lo traslada a una épica de su vida que nunca visitó como narrador, su infancia, amores, el dolor de la ruptura, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, entre otras cosas.
Un dato curioso es que sin habérselo imaginado Dolor y Gloria es la tercera parte de una trilogía de una creación espontánea, la cual ha tardado 32 años en completarse. Las dos primeras partes son: La ley del deseo y La Mala educación. Las tres cintas están protagonizadas por personajes masculinos que son directores de cine y, a su vez, en las tres el deseo y la ficción cinematográfica son elementos fundamentales en la narración, pero la forma en que el gusto se enlaza con la realidad hace una diferencia en cada una de ellas.
En sí, Dolor y Gloria, principalmente, dos historias de amor que han marcado al protagonista, dos relatos determinados por el tiempo y el azar que, además, se resuelven en la ficción. La primera es una narración que, cuando ocurre, la figura principal no es consciente de vivirla, pues la recuerda 50 años más tarde. Es la historia de la primera vez que sintió la pulsón del deseo, la impresión fue tan intensa que cayó desmayado al suelo, como si hubiese sido fulminado por un rayo. Para ese entonces, Salvador tenía nueve años.
Mientras tanto, la segunda es una historia que transcurre en los años 80, cuando el país celebraba la explosión de la libertad que llegó con la democracia. Dicha narración emana el amor que Salvador escribe para olvidarse de ella, la cual termina convertida en monólogo, interpretado por Alberto Crespo y firmada por el actor.